Unos 100 millones de años antes de que el Tyrannosaurus rex habitara el planeta, ya vagaba por los paisajes jurásicos el Megaconus mammaliaformis, un pequeño animal terrestre de unos 250 gramos de peso, parecido a una ardilla grande, con la piel cubierta de pelo y con espolones venenosos en las patas traseras, que se alimentaba de plantas y, probablemente, nacía de huevos, como un ornitorrinco.
Por primera vez se ha hallado un esqueleto fosilizado completo de este enigmático animal, del que hasta ahora sólo se habían encontrado dientes, desvelando una serie de adaptaciones evolutivas muy especializadas propias de los mamíferos modernos. "Los paleontólogos se han estado preguntando durante cientos de años qué aspecto tenía el animal que iba junto con aquellos dientes, y ahora lo hemos podido saber", explica el profesor Thomas Martin, de la Universidad de Bonn, Alemania, uno de los autores del estudio sobre este fósil de 165 millones de años encontrado en el nordeste de China.
Retrato robot del
proto-mamífero
Gracias a este descubrimiento, este grupo internacional de investigadores ha podido esbozar el primer retrato robot de estos animales que vivieron en la temprana era jurásica y que entran dentro de los llamados "proto-mamíferos". En este apartado se incluyen diversos linajes de animales extintos que comparten rasgos con los mamíferos modernos, con los que tienen antepasados comunes. Estos primitivos animales, cuyo árbol genealógico es, según los investigadores, aún algo vago e inexacto, vivieron entre 40 y 50 millones de años antes de la aparición de los "mamíferos verdaderos". El rasgo fundamental que excluye a esta especie de la familia Mammalis y que lo coloca en un espacio intermedio de la historia evolutiva son los huesos del oído medio. En lugar de estar insertados en el cráneo, como en los mamíferos, se engarzan con la mandíbula, un rasgo muy primitivo que comparten con algunos reptiles.
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