En nuestros días, las turbulentas aguas de este estrecho apenas son perceptibles, sólo cuando se encuentran en él las corrientes del norte y del sur, vuelve a convertirse en un verdadero peligro para las embarcaciones; cuando esto sucede, éstas no se arriesgan a atravesar el estrecho, prevenidas por los informes de los aparatos meteorológicos.
Pero, ¿cuál fue el origen de tan terribles seres? ¿Cómo llegaron hasta allí?
Escila fue, según la mitología, una hermosa ninfa hija de Creteis, había desdeñado a Glaucos, un joven pescador locamente enamorado de ella y que pretendía hacerla su pareja, sin embargo, Escila, de manera terminante, la llegó a rechazar. Agobiado por la pena de no ser correspondido, Glaucos, decidió acudir ante la hechicera Circe, hija del Sol, que habitaba en la isla de Cea. El joven pescador contó su desventura a la mujer, pidiendo ayuda para su sufrido corazón, pero ocurrió que la hechicera se enamoró de él y trató de convencerlo que dejara a la ninfa pa-ra quedarse con ella, Glauco sorprendido se alejó de la isla, sin atender a las súplicas de la desesperada hechicera.
Meditando una cruel venganza, Circe, preparó una pócima y salió en busca de Escila, la causante de este drama. Ajena a su suerte, la ninfa se encontraba a orillas del mar, hasta allí llegó la hechicera y sin ser vista, esparció en el agua el contenido mágico y luego de pronunciar algunos conjuros se alejó del lugar.
La ninfa se sumergió en el agua envene-nada para nadar un poco, pero inmediatamente su cuerpo empezó a transformarse en un horrible monstruo de seis cabezas, sostenidos por largos cuellos que se agitaban como serpientes gigantescas.
Escila presa de la desesperación y horrorizada ante semejante cambio se entregó al llanto, pero en vez de eso salían bramidos de su boca. Ante este terrible castigo a su vanidad, juró acabar con todo ser que se pusiera a su alcance. Buscó refugio en una profunda cueva a la espera de sus víctimas.
Al conocer la suerte de su amada, Glauco acudió a la morada de la hechicera Circe, rogando perdón para la ninfa Escila, dolida como estaba por el rechazo del pescador, éste fue echado del lugar, desesperado se arrojó al mar para acabar con su vida, los dioses del mar se apiadaron de él y lo transformaron en la ola que al atardecer baña las rocas que forman el estrecho de Mesina.
Ahora conozcamos la historia de Caribdis, otra hermosa ninfa, hija de Poseidón y de la Tierra (Gea). Su vida era alegre y tranquila, hasta que día, se enamoró de Hércules, pero el héroe griego ni siquiera pareció notar ese sentimiento, entonces buscó la forma de atraer su atención y la ocasión llegó. Hércules volvía de arrebatar sus rebaños a Gerión y acertó pasar por donde se hallaba la ninfa, quien presa de ira ante la indiferencia del héroe, tomó un cuchillo y dio muerte a uno de los bueyes. Hércules, sin dudar un instante, acabó con la vida de la hermosa mujer.
Al enterarse de la triste noticia el dios de las profundidades marinas, padre de la nin-fa, rescató el cuerpo y la llevó hasta una cueva situada en uno de los lados del es-trecho de Mesina, y allí intentó darle vida, coció su cuerpo en un caldero, al hervir el agua se formó un gran remolino, así, Caribdis cobró nueva vida, desde entonces, el remolino que se formaba de manera continua se tragaba a las naves que intentaban cruzar el estrecho. Si por algún milagro un navegante lograba salvar la vida, le esperaba otro peligro, más terrible, Escila, de cuyas terribles fauces nadie lograba salvarse, porque ambos monstruos se encontraban uno al frente de otro.
Los únicos que pudieron sortear ambos obstáculos fueron los argonautas, gracias a la ayuda de la nereida Tetis. Burlaron a los dos monstruos para llegar al país de los feacios de Corcira, donde se celebró la boda de Medea y Jasón.
De esta historia nació la frase “entre Escila y Caribdis”, sucede que cuando se evi-ta un peligro, se presenta otro más terrible. Evitar un daño para caer en otro peor.
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