Desde los años 80, y de forma reciente en 2010, precisó el INAH en un comunicado, estos expertos realizaron diversas inmersiones para registrar materiales que son testimonio de la intensa actividad marítima del puerto. Estos hallazgos de embarcaciones y de centenares de objetos de procedencia nacional y extranjera permitieron determinar que el arrecife Bajo Hornos, que constituye una ancha franja de 500 metros que limita el acceso al puerto de Veracruz, en el Golfo de México, actuó como trampa para los barcos.
En total se recuperaron restos de más de 300 objetos, entre los cuales predominan la cerámica y el vidrio, incluyendo fragmentos de procedencia mexicana, española, inglesa, francesa y estadounidense. Según el INAH, varios documentos se sabe que cuando el puerto estaba a su máxima capacidad los navíos eran amarrados unos a otros en la bahía, siendo relativamente frecuente que estas embarcaciones se hundieran pese a estar ancladas.
Según apuntó el historiador y arqueólogo subacuático Ricardo Borrero Londoño en dicho comunicado, las corrientes arrastraban los restos de estos desastres al Arrecife Bajo Hornos, punto que actuó como trampa de naufragios hasta antes de la renovación y modernización del muelle, en 1902. Se mencionan los siniestros del navío Castilla en 1771.
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