miércoles, 22 de agosto de 2012

Misterios del Titicaca

El viaje al lago Titicaca generalmente se efectúa por la carretera hacia Huatajata y Tiquina. Pero ése no es el único camino posible para visitar el Lago Sagrado. Otra posibilidad es tomar la ruta que lleva hacia Pucarani y desde allí seguir hacia el pueblo de Patapatani, donde los comunarios están preparados para recibir a turistas y visitantes tanto en su cafetería como en el museo de la comunidad. Se trata de una de las rutas para visitar los Misterios del Titicaca, como denomina a este recorrido la Fundación OGD, que impulsa el turismo comunitario en la zona.

Los misterios están relacionados con los vestigios que se encuentran en los sitios arqueológicos del novedoso circuito turístico.

La ruta entre Pucarani y Patapatani no es asfaltada; son caminos vecinales a través de pequeños pueblos del área rural que le otorgan un encanto especial a la travesía. En el horizonte se yergue la cordillera Real, majestuosa.

Patapatani

Toda la zona lacustre es un espacio de tesoros arqueológicos inesperados y que aún no han sido estudiados ni descubiertos por completo.

En el viaje hacia Patapatani se cruza un largo y delgado puente de piedra precolombino. “En época de lluvias el agua cubre el puente casi por completo, pero los carros pasan igual y es hermoso”, dice Ximena Vilela, directora del proyecto Misterios del Titicaca. “La otra parte del lago está saturada, sucia y hay demasiada contaminación. Por este otro lado, la gente puede disfrutar de la tranquilidad y el paisaje”, afirma.

El viaje a Patapatani dura alrededor de tres horas. El pueblo cuenta con una pequeña y acogedora cafetería en la que se ofrece un delicioso desayuno a los viajeros, con sabrosos queques, galletas de quinua y otros cereales de la zona. Junto a la cafetería se encuentra el museo. La infraestructura inicial fue auspiciada por la cooperación suiza, Swiss Contact; ahora se ha hecho cargo la OGD, que cuenta además con un financiamiento de la Organización Mundial del Turismo (OMT) para este proyecto.

“Todos los de la comunidad estamos participando en este proyecto de turismo comunitario. Mucha gente no lo entendía al principio, parece que tenían miedo, pero poco a poco se están acostumbrando. En Suriqui, por ejemplo, quienes no participaban querían sabotear el proyecto”, cuenta Félix Moya, quien recibe a los visitantes en la cafetería.

La momia Thani

Los atractivos de Patapatani son el sitio arqueológico y el museo.

Hace pocos años se encontró en el territorio de la comunidad una momia, denominada Thani, que se encuentra en el museo. Se trata de una mujer de entre 30 y 40 años y se cree que era de la nobleza. Varios elementos llevan a presumir que provenía de un estrato social alto. Tiene el cráneo alargado, hecho que lleva a inferir que se trata de una persona de una extracción social alta. En su tumba se encontró además un ajuar mortuorio en el que hallaron, entre otros objetos, zapatillas hechas de cuero de alpaca, elementos que estaban destinados a la nobleza. Thani es una momia de la cultura incaica y se presume que vivió en el año 1.400 después de Cristo.

Más que a la clase noble, los objetos hallados en la tumba de Thani estaban reservados al sacerdocio. “Esto invita a cuestionar el verdadero rol que desempeñaban las mujeres en las épocas anteriores a la Colonia”, comenta Danilo Barragán, guía turístico de la OGD.

La momia, además, tiene una cicatriz en el cráneo, lo que lleva pensar en una muerte violenta o en una trepanación de cráneo que no necesariamente le causó la muerte.

En los alrededores de Patapatani aún se localizan algunas torres fúnebres, en una de las cuales fue hallada Thani junto a los huesos de otros individuos adultos y de un bebé. El sitio en el que se ubican las torres o los restos de éstas lleva el nombre de Taramaya, al parecer un sitio de entierros.

“Se cree que en el pasado hubo casi unas 80 torres. Lastimosamente sólo quedan dos, pero todavía hay restos de torres que han sido destrozadas por la gente de aquí que ha sacado las piedras para cercar las chacras o por gente de la ciudad que las ha destruido debido a que, por mucho tiempo, no existió control ni protección alguna a los sitios arqueológicos de la zona”, asegura Barragán.

Explica que la muerte era muy importante para las culturas andinas, para las cuales el alma de los fallecidos permanece junto a la comunidad con el fin de brindarle protección. Como Thani, las personas eran enterradas en posición fetal puesto que, según se creía, podían volver a nacer en la misma comunidad.

Quehuaya

Quehuaya se encuentra a pocos kilómetros de Patapatani. La comunidad cuenta con un albergue, que OGD acondiciona para recibir a huéspedes que deseen pasar la noche a orillas del Titicaca. Por el momento, en el albergue únicamente sirven almuerzo, trucha y otras especialidades de la casa.

Pero hasta la hora del almuerzo la excursión por los Misterios del Titicaca continúa. Jorge Sillerico, uno de los guías locales, explica que, además de las torres fúnebres que vimos más temprano, hay otras construcciones antiguas que funcionaban como viviendas, muchas de las cuales están casi destruidas. “Ha pasado tanto tiempo y no las hemos refaccionado”, explica.

Antes de un paseo por el lago en bote, por entre los totorales, los indígenas de la comunidad presentan a los turistas una danza típica del carnaval.

La Isla de Pariti

En uno de los botes que utilizan los habitantes de las orillas del Lago Sagrado, entran alrededor de ocho a diez personas.

Romualdo Quispe, de 27 años, un joven de Quehuaya, se acomoda en un extremo de la embarcación y empieza a remar como si cada uno de sus pasajeros tuviera el peso de una pluma. Cuenta que está acostumbrado a remar y llevar pasajeros desde que era niño.

El paseo hasta la isla de Pariti, por el agua transparente del lago, es relajante y divertido. En la isla, Gerardo Limachi recibe a los turistas. También en Pariti se ha construido un museo en el que se encuentran piezas de cerámica descubiertas en 2004 por arqueólogos bolivianos y finlandeses. Limachi cuenta que si bien el descubrimiento de dos bolsos llenos de piezas de cerámica fue “una alegría” también generó temor y desconfianza.

Lo primero que llama la atención al llegar a Pariti es una pequeña iglesia clausurada, prácticamente abandonada. Hasta antes de la revolución del 52 vivía aquí un “patrón”, como llamaban a Pablo Pacheco, antiguo dueño de la casa-hacienda, de la que aún quedan restos, y de las tierras de Pariti que hoy pertenecen a la comunidad.

Limachi cuenta que con el descubrimiento de las cerámicas en 2004 los comunarios temían que la historia se repitiera y que volviera a ocurrir lo que tantas veces había sucedido en el pasado: cuando el patrón llevó a la isla al arqueólogo Bennet, las reliquias ancestrales de la comunidad desaparecieron para siempre.

Esta vez, los arqueólogos se comprometieron a dejar sus descubrimientos en la isla y a construir un museo. “Lo del museo se ha cumplido, pero la mitad de las piezas está en La Paz o quién sabe dónde”, dice Limachi.

muerzo, trucha y otras especialidades de la casa. Pero hasta la hora del almuerzo la excursión por los Misterios del Titicaca continúa. Jorge Sillerico, uno de los guías locales, explica que, además de las torres fúnebres que vimos más temprano, hay otras construcciones antiguas que funcionaban como viviendas, muchas de las cuales están casi destruidas. “Ha pasado tanto tiempo y no las hemos refaccionado”, explica. Antes de un paseo por el lago en bote, por entre los totorales, los indígenas de la comunidad presentan a los turistas una danza típica del carnaval. La Isla de Pariti En uno de los botes que utilizan los habitantes de las orillas del Lago Sagrado, entran alrededor de ocho a diez personas. Romualdo Quispe, de 27 años, un joven de Quehuaya, se acomoda en un extremo de la embarcación y empieza a remar como si cada uno de sus pasajeros tuviera el peso de una pluma. Cuenta que está acostumbrado a remar y llevar pasajeros desde que era niño. El paseo hasta la isla de Pariti, por el agua transparente del lago, es relajante y divertido. En la isla, Gerardo Limachi recibe a los turistas. También en Pariti se ha construido un museo en el que se encuentran piezas de cerámica descubiertas en 2004 por arqueólogos bolivianos y finlandeses. Limachi cuenta que si bien el descubrimiento de dos bolsos llenos de piezas de cerámica fue “una alegría” también generó temor y desconfianza. Lo primero que llama la atención al llegar a Pariti es una pequeña iglesia clausurada, prácticamente abandonada. Hasta antes de la revolución del 52 vivía aquí un “patrón”, como llamaban a Pablo Pacheco, antiguo dueño de la casa-hacienda, de la que aún quedan restos, y de las tierras de Pariti que hoy pertenecen a la comunidad. Limachi cuenta que con el descubrimiento de las cerámicas en 2004 los comunarios temían que la historia se repitiera y que volviera a ocurrir lo que tantas veces había sucedido en el pasado: cuando el patrón llevó a la isla al arqueólogo Bennet, las reliquias ancestrales de la comunidad desaparecieron para siempre. Esta vez, los arqueólogos se comprometieron a dejar sus descubrimientos en la isla y a construir un museo. “Lo del museo se ha cumplido, pero la mitad de las piezas está en La Paz o quién sabe dónde”, dice Limachi.

Se cree que en el pasado hubo casi unas 80 torres. Lastimosamente sólo quedan dos, pero todavía hay restos de ellas que han sido destrozadas por la gente de aquí que ha sacado las piedras para cercar las chacras.


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