martes, 10 de julio de 2012

La noche más larga de la historia

La humanidad no sólo ha vivido las Edades de Piedra, del Bronce y del Hierro, como consta en los libros de Historia. También habría atravesado una Edad de las Tinieblas, de la que apenas ha quedado constancia y que ahora comienza a develarse: una oscuridad general que duró muchos años, producida por el impacto de un gran objeto espacial contra nuestro planeta.

Un cronista italiano del siglo VI, Cassiodoro, recordaba los tiempos oscuros diciendo que el Sol “parece haber perdido su luz acostumbrada y muestra un aspecto azulado; nos maravillamos al no ver las sombras de nuestros cuerpos al mediodía, al notar cómo el poderoso calor del Sol se ha debilitado”.

Algunos científicos piensan que el desencadenante de aquella catástrofe medioambiental generalizada pudo haber sido una erupción volcánica de magnitud descomunal, pero cada vez son más los expertos que se inclinan por la hipótesis de que el ‘apagón medieval’ lo causó la colisión de algún objeto celeste.

La principal evidencia de que hubo una gran catástrofe a mediados de la década del 530, procede del estudio de los anillos anuales de crecimiento de los árboles, los cuales son un verdadero archivo de los cambios climáticos del pasado.

Una de las pistas que brindan los árboles radica en que el mal tiempo hace que crezcan con mayor lentitud, lo que se traduce en que tengan anillos más estrechos, mientras que los períodos de bonanza meteorológica, inducen un crecimiento vegetal más rápido, que se evidencia en anillos anchos.

EL LENGUAJE DE LOS ÁRBOLES

El reciente estudio de los árboles de América del Norte y de Europa, muestra un amplio y repentino retraso en su crecimiento, que duró alrededor de quince años, en un fenómeno cuya intensidad no se explica por la variabilidad natural del clima y que es el único suceso de este tipo que se conoce, que ha afectado a todo el hemisferio norte, según el diario británico ‘The Independent’.

Los testimonios escritos, que confirman la hipótesis de la gran colisión son numerosos. En el año 536, el funcionario romano Juan de Lidia escribió que el Sol se apagó, durante casi todo el año, de tal forma que las frutas se pudrieron antes de tiempo.

El historiador Procopius documento en el siglo VI, que “durante este año tuvo lugar un acontecimiento portentoso, terrible. El Sol daba luz sin brillo y los destellos que expedía no eran claros”.

Para Mike Baillie, entonces catedrático de Paleontología de la Universidad de Queens, en Belfast, Gran Bretaña, quien ha investigado los registros de los troncos vegetales. “la evidencia histórica y la de los anillos de los árboles nos dice claramente que en aquel momento pasó algo catastrófico”.

“Si como ahora parece probable, no tuvo un origen volcánico, la única opción real es la de una colisión cósmica”, señala el experto británico que publicó en 1994 el resultado de sus estudios en la revista científica ‘The Holocene’.

Las referencias históricas son sugestivas. Un informa de mediados de la década del 530, citado por el cronista posterior Miguel el Sirio, señalaba que “el Sol se oscureció, y su oscuridad duró 18 meses. Brillaba unas cuantas horas al día, pero la luz era sólo una tenue sombra; las frutas no maduraron y el vino sabía a uvas amargas”.

Otros testimonios señalan que las cosechas se echaron a perder en Italia, Mesopotamia, las islas británicas y otros lugares, mientras que se desencadenaron terribles hambrunas.

HAMBRE, FRÍO Y OSCURIDAD

En China se produjeron sequías a gran escala y la población padeció durísimos períodos de hambre, entre los años 536 y 538. Los investigadores chinos han descubierto ahora, que en algunas partes de su territorio, llegó a morir entre el 70 y el 80 por ciento de los habitantes.

Todo indica que, al menos en el hemisferio norte, el Sol se oscureció parcialmente debido al efecto de un velo de polvo en las capas altas de la atmósfera, produciendo un fenómeno ambiental parecido al ‘invierno nuclear’.

La hipótesis del ‘invierno nuclear’, defendida por el cosmólogo estadounidense Carl Sagan y otros científicos, y muy popular en los años de ‘Guerra Fría’ entre las superpotencias, se refiere al efecto devastador que causaría un conflicto atómico masivo sobre el medioambiente y el clima del planeta.

Según esta teoría, a una guerra nuclear seguiría un período más dañino para la vida que la más severa de las eras glaciares, en el que las nubes de hollín generadas por las explosiones circundarían la Tierra, tapando los cálidos rayos del Sol, y generando temperaturas medias bajo cero y penumbras a mediodía.

En estas condiciones adversas, muchos animales y plantas correrían peligro de desaparecer debido a la inanición y el frío.

¿ORIGEN CÓSMICO O VOLCÁNICO?

Los expertos se inclinan por la explicación cósmica de la ‘edad de las tinieblas’, en vez de la hipótesis volcánica, debido a que una erupción gigante habría dejado una huella en los casquetes polares (otro gran ‘archivo’ de la historia climática terrestre), donde los compuestos químicos liberados al aire se depositan y quedan almacenados en las capas profundas del hielo.

Los vulcanólogos han reconstruido la historia geológica de los últimos miles de años estudiando las partículas almacenadas en los glaciares, donde hay rastros químicos de la erupción de Krakatoa de 1883, pero hasta ahora no han descubierto señales de un pico de actividad volcánica, en la década del 350.

Si la catástrofe la produjo un trozo de cometa o un asteroide, el impacto pudo haberse producido en el mar, ya que si la colisión se hubiese producido en tierra firme, los geólogos ya habrían detectado un enorme cráter en la superficie terrestre.

Un cuerpo espacial de roca, capaz de producir un velo de polvo alrededor del globo con la intensidad descrita por los cronistas históricos, habría tenido al menos un kilómetro de diámetro y habría colisionado con la Tierra a una velocidad de al menos 1,6 kilómetros por segundo, según algunos astrofísicos.

Este impacto cósmico habría producido una explosión equivalente a la de más de un millón de bombas nucleares como la de Hiroshima, desencadenando la ‘edad de las tinieblas’. La historia de la Humanidad guarda aún muchos secretos tenebrosos.

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