Buscaban yacimientos de petróleo o gas. La región, famosa por su riqueza en ese tipo de combustibles, era uno de los objetivos de Moscú en la necesidad de proveerse de recursos naturales para sostener la mastodóntica Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
Entonces comenzaron a cavar. Tenían en claro que iban a encontrar, en primera instancia, gas. Mucho. Pero no se imaginaban que era para tanto. Según explica Daily Mail en su versión de la historia, el piso colapsó en un radio de 70 metros y dejó escapar los gases que tanto buscaban.
Pero la cantidad era mucha, demasiada, y el tipo de fluido era difícil de determinar. Les resultaba imposible explotarlo y temieron que su composición química resultara venenosa. Así decidieron que lo mejor era quemar ese gas, que suponían superficial.
"(El fuego) puede durar algunos días", especularon. Error. Desde aquella chispa inicial, el hoyo de fuego no se ha apagado. De noche, se puede ver desde miles de kilómetros en la oscuridad, y le ha dado una fama muy poco útil a la cercana población de Derweze, donde apenas viven 350 personas.
En 2010, el presidente de Turkmenistán, independiente desde la disgregación de la URSS en 1991, prometió que el pozo se cerraría. Pero Gurbanguly Berdimuhamedow, mandatario desde 2007 tras ganar las elecciones -no sin acusaciones de fraude previas- con el voto del 29 por ciento del electorado, no ha cumplido.
Para ubicar en el mapa a Turkmenistán, sirve partir desde Irán, al sur del país; Afganistán, su frontera sureste; Uzbekistán, al este-noreste; y Kazajistán, al norte. El mar Aral limita su territorio por el oeste.
Pero lo importante no está hacia los costados, sino debajo de este suelo tan particularmente enriquecido por yacimientos gasíferos que, al menos en el caso del infernal hoyo de Derweze, parecen interminables.
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