domingo, 2 de junio de 2013

París revisa el caso del primer asesino en serie francés, Henri Landru

Casi un siglo después de su ejecución, el primer asesino en serie francés, Henri Désiré Landru, no ha perdido su poder de fascinación sobre los ciudadanos de París y una muestra permite revisar sus casos.

La exposición "Landru-6H10-Temps clair", presentada en el Museo de Letras y Manuscritos de la capital francesa, descubre la personalidad de un hombre enigmático, inteligente y meticuloso, condenado por haber matado y quemado, al menos, a once personas a las que engañó con falsas promesas de matrimonio.

"El móvil fue siempre económico. Por eso, las víctimas eran viudas que habían perdido a sus esposos en el frente y que recibían una pensión. Contactó con todas ellas a través de los anuncios matrimoniales de los periódicos", declaró a EFE el comisario científico, Éric Yung.

El desconcierto y la carencia de una estructura de Estado durante la Primera Guerra Mundial proporcionaron a "Barba Azul", apodado así por la prensa, un contexto ideal para estafar y gozar de una impunidad absoluta hasta su detención en abril de 1919.

"Landru se inspiró en los escándalos de la Belle Époque y aprovechó el contexto político y social para convertirse en un criminal emblemático de su tiempo, cuando las masacres de la Gran Guerra habían trastocado los valores morales", explicó la también comisaria, Estelle Gaudry.

Su modus operandi consistía en publicar anuncios ofreciéndose como compañía y consuelo de aquellas que habían quedado viudas durante la guerra. En su papel de excelente y educado pretendiente ofrecía falsas esperanzas de matrimonio para, poco después, asesinar a sus prometidas y quedarse con su fortuna.

"Para facilitarse el trabajo escribió en una libreta las coordenadas financieras de las mujeres que le respondían y rechazó, así, los casos en los que la pensión de viudedad no era suficiente", puntualizó Gaudry.

Las investigaciones de la época calcularon que más de 283 mujeres fueron seducidas por los encantos de "Barba Azul" y, pese a que únicamente se le pudo condenar por la muerte de once personas, se sospecha que asesinó a muchas más.

La exposición es también un homenaje a la persecución obstinada del inspector Jules Belin, de la primera brigada móvil de la policía judicial, a través de la exhibición del "dossier" de instrucción, las piezas del proceso, los recortes de prensa de la época, así como el examen mental del asesino y las fotografías de sus víctimas.

Con la intromisión de Belin en el caso empezó a estrecharse el círculo del seductor asesino, hasta la detención el 11 de abril de 1919 de un tal Lucien Guillet, una de las identidades falsas que utilizaba Landru.

El proceso judicial duró dos años y se convirtió en un acontecimiento social del París de entreguerras.

"El caso Landru es excepcional, porque se convirtió en una celebridad mundial. La clase burguesa, los periodistas, los artistas como la escritora Colette, e incluso los mismos jueces y policías siguieron el juicio jornada tras jornada", comentó Yung.

En el domicilio que Landru tenía en Gambais, localidad cercana a París, se encontraron casi 300 huesos humanos calcinados, un kilo y medio de cenizas y 47 piezas dentales de oro.

"Este criminal se perdió por su manía de escribirlo todo y de guardar los objetos de sus víctimas para revenderlos", aparece escrito en el informe policial de la época.

No obstante, "Barba Azul" nunca reconoció su culpabilidad, hasta el extremo de confesar a su abogado, unas horas antes de ser ejecutado el 25 de febrero de 1922, que no revelaría su secreto porque formaba parte de su "bagaje personal".

"Landru-6H10-Temps clair" (el nombre, la hora de la ejecución y la mención al "cielo despejado"), que es el título de la muestra, es precisamente aquello que escribió su verdugo, Anatole Delibler, tras la muerte de Henri Désiré Landru.

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