jueves, 10 de enero de 2013

Metro más antiguo del mundo está a punto de desaparecer

El desmantelamiento de los trenes del metro más antiguo del mundo en funcionamiento, fabricados hace 100 años en Brujas, Bélgica, provoca desazón en Argentina, donde se multiplican los recursos ante la justicia y los proyectos de ley para intentar salvarlos. El gobierno de la ciudad de Buenos Aires anunció el desmantelamiento para el 12 de enero de los vagones históricos de la línea A, la primera línea de metro del hemisferio sur (1913), construidos por La Brugeoise, Nicaise et Delcuve.

La desaparición anunciada de La Brugeoise, cuyas carpinterías e iluminación semipenumbrosa con apliques en opalina mantienen un encanto de antaño y austero, conmovió a los porteños que los llaman afectuosamente “las Belgas” o “las Brujas”.

“Estos vagones pueden andar perfectamente 100 años más”, dice Cesario Blanco, uno de los 130 mecánicos del taller centenario de El Polvorín, en el barrio porteño de Caballito. “Y además tienen su señorío cuando entran en sus andenes, tienen su porte”, se entusiasma este hombre que repara estas máquinas desde hace más de 30 años. Muchos, como él, no comprenden su desaparición. “Buenos Aires está a punto de incurrir en un error”, advierte el historiador Eduardo Lazzari.

El director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, califica el desmantelamiento del Subte A (Línea A del metro) de “demolición histórica”. Se trata de las más antiguas formaciones en funcionamiento regular en el mundo, puesto que las del metro de Budapest, que datan de 1896, sólo realizan recorridos turísticos.

El número dos de la Alcaldía porteña, Horacio Rodríguez Larreta, ironizó sobre la madera de los antiguos vagones sugiriendo que “podrían servir para un asado” (carne asada a la parrilla). Los vagones serán reemplazados por formaciones fabricadas en China, de donde enviaron expertos a Buenos Aires.

“Estos vagones son seguros porque nuestro trabajo es artesanal”, asegura Cesario Blanco, exhibiendo su habilidad amenazada. “El operario arma la bobina y la va colocando manualmente dentro del inducido”, explica el ingeniero Eduardo Zerbo, de 48 años y responsable del taller: sobre las mesas se pueden ver rollos de papel e hilos de cobre que se tejen como si fueran encaje.

Para él, la batalla de La Brugeoise es antes que nada la de un “patrimonio vivo”.

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