martes, 26 de marzo de 2013

De la mitología griega El Vellocino de Oro


El Vellocino de Oro es custodiado por un terrible dragón que nunca duerme y que devora a cuantos se acercan a él.

Jasón era hijo del rey Esón de Yolcos, en Tesalia, que el perverso Pelias, hermano mayor del rey lo había destronado y asesinado. El usurpador sabía que su hermano menor tenía un hijo, el cual sería el futuro heredero del trono, entonces pensó en matar a su sobrino, pero, Alcimedea, la madre, viendo el peligro que corría se llevó secre-tamente al niño al monte Pelión y se lo entregó al centauro Quirón quien lo educó hasta que fue adulto. El joven príncipe supo que si él se apoderaba del Vellocino de Oro, vencería a Pelias y recuperaría el trono de su padre.

El Vellocino de Oro era uno de los tesoros más codiciados de mundo de entonces. En otro tiempo un carnero de piel dorada había sacrificado generosamente su vida para salvar la de Hele y Frixo, los dos hijos de la diosa nube Néfele. Como recuerdo de esta bella acción su lana se había convertido en oro y entregado a Etes, rey de Cólquida, quien lo colgó de un árbol que se hallaba en medio de un bosque espeso, bajo la custodia de un terrible dragón que nunca dormía y devoraba a cuantos se le acercaban. Según la mitología, el carnero era hijo de Poseidón y de Teófane.

Jasón se puso en marcha vestido con una piel de leopardo y calzado con unas sandalias, llevando en la mano dos fuertes lanzas. No tardó en llegar a la ciudad de Yolcos, al borde del mar, donde se había reunido una gran muchedumbre para presenciar cómo Pelias sacrificaba un toro negro al rey de las profundidades marinas, Neptuno. Jasón había perdido una de sus sandalias al cruzar un río cuando ayudaba a la diosa Hera a cruzarlo y ésta más tarde le agradece. En el puerto la gente miraba a Jasón sorprendido diciendo:

–¡Aquí está! ¡Ha llegado por fin! ¡Tiene una sola sandalia! ¿De dónde viene? ¿Qué va a hacer el rey?

Una vieja tradición decía que un hombre calzado de una sola sandalia vendría un día a reclamar la corona real. Al ver a Jasón, el rey se sorprendió y sintió miedo por el extranjero descalzo y creyendo hacerlo caer en un ardid le preguntó:

–¿Qué harías tu, Jasón con el hombre que el destino hubiera elegido para perderte y asesinarte?

–Lo mandaría a buscar el Vellocino de Oro,–respondió Jasón, que sabía muy bien que para conquistar su reino tenía que apoderarse de él, aunque esto fuera la misión más difícil del mundo.

–Está bien, ve a buscarlo,–y el joven respondió,–pero cuando regrese bajarás del trono y me darás tu corona y tu cetro.

En el medio de un espeso monte había un árbol maravilloso que respondía a las preguntas que se le hacía y decía a la gente que lo venía consultar lo que tenía que hacer.

Jasón fue a consultar a ese árbol y le preguntó:

–Qué debo hacer para conseguir el Vellocino de Oro?

–Ordena a Argos que te construya una galera para cincuenta remos, uno para cada miembro de la tripula-ción.

Argos construyó el navío y Jasón subió en él con cua-renta y nueve compañeros, fuertes y bravos, dirigiéndose luego a Cólquida a la conquista del Vellocino de Oro. Entre los argonautas iban los mejores héroes y guerreros de la Hélade: Orfeo, Cástor, Pólux, Polideuces y una mujer, Atalanta, la única argonauta.

En la travesía tuvieron que luchar con los gigantes de seis brazos a los que ven-cieron y después de muchas peripecias llegaron al lugar cerca del cual se encon-traba el bosque en el que se hallaba el codiciado Vellocino. Pero, a pesar de estar tan cerca tuvieron que hacer grandes proezas antes de lograrlo, pues Etes, rey de Cólquida, furioso al ver que Jasón quería apoderarse de ese tesoro, puso toda clase de obstáculos en su camino. Jasón tuvo que vencer a dos toros de patas y pulmones de bronce, cuyo aliento era tan caliente que reducía a cenizas al que se acercaba. Pero Medea, la hija del rey, que se había enamorado de Jasón nada más verle, conocía los secretos mágicos y le enseñó la manera de domar a los monstruos. Una vez hecho esto, Jasón los ató a un arado y trabajó con ellos la tierra sem-brando unos dientes de dragón que le había dado la princesa. Cuando terminó de sembrarlos salió de la tierra un ejército de guerreros gritando:

–¡Defendamos el Vellocino de Oro! –y se precipitaron sobre Jasón para matarlo. Pe-ro la princesa confundió a los guerreros que se mataron los unos a los otros. En-tonces Jasón pidió al rey le permitiera combatir al dragón que cuidaba el Vello-cino de Oro, pero el rey no se lo permitió.

Viendo eso la princesa le dijo:

–Ven a media noche a la entrada del bosque y yo te conduciré junto al dragón.

Juntos penetraron en el bosque y se dirigieron al lugar donde el Vellocino de Oro resplandecía bajo la luz de la luna. Entonces Medea provocó un terrible sueño a la serpiente,

–Corre ligero,–dijo la princesa,–apodérate del Vellocino y vete! Jasón hizo lo que le decía la princesa, y apenas tomó en sus manos la preciada piel salió corriendo con Medea, en eso saltó el enorme dragón que los persiguió hasta la orilla del mar. Afortu-nadamente Jasón tuvo tiempo de saltar a bordo donde sus compañeros lo espera-ban listos para partir.

Tras largos meses de viaje volvieron a la isla de Yolcos, donde Jasón destronó a Pelias coronándose rey. Todo esto de nada sirvió al héroe porque Acaste, hijo de Pe-lias, se hizo proclamar rey de Tesalia y desterró a Jasón y Medea, que se retiraron a Corinto.

En esta ciudad, olvidando Jasón lo mucho que debía a Medea que ya era su esposa y tenían dos hijos, la repudió para casarse con Glausea, hija del rey de Corinto. Medea en venganza envenenó al rey y a la princesa de Corinto, degolló en presencia de Jasón a sus propios hijos y huyó al Asia donde se casó con un poderoso rey medo.

Por su parte, Jasón, después de la trági-ca muerte de su esposa, de sus hijos y la fuga de Medea, llevó una vida triste y errante. Hasta que un día, presa del más profundo abatimiento, se quitó la vida con su propia espada.

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