Aunque sólo los dragones de Komodo conservan su nombre, varios animales alimentaron la leyenda. Stuart G. Baker, un experto en cocodrilos de la ciudad de Darwin, Australia, condujo a los investigadores británicos hasta la ignota isla de Tasmania, donde se enfrentaron a cocodrilos “de un tamaño descomunal que superaba los ocho metros, incluyendo la cola y cuyo cuerpo escamado debió provocar pesadillas a los marineros de finales del siglo XVIII que se internaron en los oscuros y sinuosos ríos”, dijo al diario español ABC, el zoólogo Brian Murphy.
“Los dragones imaginarios que aparecen en todas las culturas como representación alegórica de poderes, defectos y virtudes tienen orígenes en animales reales que viven o han vivido alguna vez. Probablemente, en los lejanos inicios de la leyenda fueron las serpientes venenosas las principales responsables. Aquellos animales alargados y menudos eran capaces de inyectar un fuego mortal si te mordían”, señala el doctor Brian Murphy.
Aunque se habla de cocodrilos de hasta 11 metros, el mayor cocodrilo que la ciencia llegó a medir rondaba los ocho metros de longitud. “Si decimos cocodrilo, desmitificamos la imagen del dragón. Pero cuando realmente te pones delante de un reptil del tamaño de un bus, piensas en un dragón”, dice Murphy.
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