martes, 6 de noviembre de 2012

Eugen Sandow El hombre que esculpió su cuerpo a semejanza de las estatuas griegas

Portando nada más que una hoja de parra, sandalias de gladiador y un particular bigote, Eugen Sandow representó una imagen de lo que se creyó era la perfección masculina.

Sandow fue el precursor de la cultura por el físico que hizo populares los gimnasios.

De joven, Sandow solía visitar museos y estudiar el ideal griego esculpido en las estatuas. Estos cuerpos se convirtieron en su fórmula para el físico perfecto y adoptaba las poses de las estatuas helénicas mientras flexionaba sus músculos en los escenarios, volviendo locas a señoras -y señores- de la época victoriana.

Antes que él, nadie creyó que el cuerpo de un ser humano podía alcanzar la perfección esculpida del arte clásico.

Pero no sólo hizo que la apariencia fuera popular, sino que la hizo posible.

“Él era una celebridad de la época, el ejemplo de una marca personal como Madonna o David Beckham”, dijo David Waller, autor de El hombre perfecto, que cuenta la historia, casi olvidada, de Sandow.

“Hay muchos paralelismos con el mundo moderno, ya que se hizo popular en una competencia de talentos”, explicó Waller. “Sandow se hizo famoso primero en el Reino Unido y después en EEUU en una época en la que los medios estaban creciendo rápidamente, eso permitió que su imagen viajara alrededor del mundo”, explica.

Símbolo sexual

Sandow nació en Prusia en 1867. Durante su juventud viajó por Europa para participar en competencias de lucha. Su gran oportunidad llegó en el Reino Unido, en una compleja competición para encontrar al hombre más fuerte del mundo. “Él era un hombre normal. Pero cuando se quitaba la ropa ante el asombro de la audiencia aparecía su espectacular torso”, afirma.

“De inmediato consiguió un contrato en la escena musical de Londres y se convirtió en una celebridad instantánea”, agrega.

Como una sensación del music hall, las salas de espectáculos que dominaban la escena nocturna en Londres, Sandow demostró su fuerza doblando barras de hierro, rompiendo cadenas y cargando caballos y soldados en su espalda.

Sandow se convirtió rápidamente en un símbolo sexual.

Las damas estaban dispuestas a pagar extra por sesiones exclusivas detrás del escenario, donde eran animadas por Sandow a tocar sus músculos. Pero no sólo eran mujeres y se cree que también era admirado por hombres. Incluso circularon rumores que fue un conquistador bisexual, pero después de su muerte, su viuda y sus hijas quemaron todo lo vinculado a su vida personal.

Sandow tenía un sistema de entrenamiento bastante científico, que se basaba en unos 18 ó 19 ejercicios con pesas, además de jactarse de tener seguidores famosos como James Joyce, William Butler Yeats e incluso la familia real, dice Waller.

Se le consideraba tan perfecto que el Museo de Historia Natural tomó un molde de yeso de su cuerpo como una representación ideal de la virilidad caucásica.

No fue extraño que los hombres quisieran imitarlo. Sus bíceps medían 49,5 centímetros y sus muslos eran del tamaño de los de un ciclista. Pero lo que quizás más llamaba la atención eran sus abdominales con ocho cuadros y su pecho, que de 122 centímetros lo podía flexionar hasta 157.

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