La bestia volvió a matar. Había evidencia de ello en el claro del bosque, allá donde no se atreven a jugar los niños por temor al loup garoup, el hombre lobo al que ya entonces se le atribuían varias sangrientas muertes.
¿El escenario?, la pequeña aldea de Miraibeille, en Gévaudan, una región de Lozere, al sur de la Auvernia en la Francia profunda, donde aún hoy en día se tejen leyendas sobre seres monstruosos y de otro mundo.
Una de estas fabulosas criaturas, sobre la que se ha escrito mucho e incluso rodado una exitosa película, es el llamado monstruo de Gévaudan, que aterrorizó a los habitantes durante buena parte del siglo XVIII.
Todo empezó, cuándo no, con una noticia publicada en El Correo de Aviñón el 15 de noviembre de 1764. El diario informaba sobre la aparición de un extraño animal al que se atribuían al menos 20 víctimas.
“Una bestia feroz ha devorado ya a una veintena de personas, sobre todo niños y jovencitas. Sólo hace ocho días que pudo ser vista de cerca”, decía el artículo.
“El feroz animal es mucho más alto que un lobo y camina encorvado. Sus patas están armadas de garras. Tiene el pelaje rojizo, la cabeza muy gruesa, larga y terminada en un hocico de lebrel; las orejas son pequeñas y rectas como cuernos, su pecho es ancho y grisáceo, el lomo listado de negro y la boca enorme con unos dientes afilados que pueden cortar cabezas como una navaja de afeitar”, agregaba.
De este modo el Correo de Aviñón describía a la bestia basándose en el testimonio de los vecinos de las aldeas circundadas por la frondosa floresta entre el Alto Loira y el Cantal, donde hoy existe una reserva de especies protegidas, entre ellas los lobos negros.
Claro que en 1764, la palabra “lobo” era sinónimo del mismo diablo. Por eso su caza fue indiscriminada hasta principios del siglo XX. Para entonces, el monstruo de Gévaudan había calado ya muy hondo en la memoria colectiva de un pueblo supersticioso al que jamás iluminó la Ilustración de Rousseau y Montesquieu.
“Era, por aquel entonces, una de las regiones olvidadas de Francia. El rey Luis XVI vivía ampulosamente en Versalles, mientras miles de personas apenas tenían un pedazo de pan para llevarse al estómago. Justo cuando se fraguaba la protesta popular que derivó en la R evolución Francesa, el monstruo revivió la superstición y el odio a los extranjeros, entre ellos los gitanos, a quienes se culpaba por la presencia de la bestia en los bosques del Loira”, escribe Jean Lenotre en Historias extrañas que creíamos en el pasado (Editoral Hachette, 1993).
¡Que viene el lobo!
Las autoridades de Gévaudan, temerosas de que la población pidiese sus cabezas en bandeja de plata por no haber conseguido conjurar la amenaza del monstruo, acudieron a la corte para que su majestad pusiera solución.
El rey, ni corto ni perezoso, prometió una jugosa recompensa a quien le llevara a Versalles la piel del lobo asesino. Decenas de cazadores, incluso un batallón completo de su guardia de corps, se alistaron para cazar al monstruo. Después de seis meses, los cazadores se presentaron con 1.200 lobos de distinto tamaño. Ninguno era la bestia de Gévaudan, pues los ataques no pararon.
El 21 de enero de 1765, cinco niños, probablemente pastores, fueron devorados “por un ser diabólico que destrozó sus pequeños cuerpos”.
El rey entró en cólera y convocó a su montero mayor, el mejor cazador de la corte francesa, Antoine de Beauterne. El famoso aventurero tenía en su haber varias memorables cacerías en toda Europa e incluso en India, pero jamás se había enfrentado a una bestia de las características descritas por el Correo de Aviñón.
Según cuenta Bernard Pournel en su libro Historia de la bestia de Gévaudan (Lozere, 1889), “de Beauterne se adentró en la fronda empuñando su fusil. Aunque había abatido fieras como el tigre de Bengala, sentía que un estremecimiento de miedo y ansiedad recorría su espalda y atenazaba sus músculos”.
“Cuando la luna llena proyectó una sombra inmensa el cazador se aferró a su arma, esperando el inminente ataque. La bestia se sintió atraída por el penetrante aroma de la carnada y enloquecida se abalanzó sobre los despojos. Entonces Antoine de Beauterne disparó un solo y certero tiro que se alojó en la cabeza del monstruo que murió en el acto”.
No existen reportes de víctimas posteriores a la hazaña del cazador del rey. Tampoco de Beauterne confirmó haber cobrado tremenda pieza. La guillotina evitó que se supiera la verdad.
Lobos y hombres
País Vasco En Lizarza, un pueblo situado entre Navarra y Guipuzcoa, se cazó a un “hombre lobo” en 1777.
Japón C uenta una leyenda de Okinawa datada en 1876, que un hombre lobo mató a seis mujeres vírgenes en el templo dedicado al emperador, quien a su vez ordenó una cacería por todo el país asiático.
Rusia En tiempos de Iván el Terrible (1547) un hombre lobo aterrorizó los Urales. El rey en persona encabezó una cacería con sus nobles.
Licantropía El primer hombre lobo conocido fue Lycaon, rey de Arcadia, que fue transformado en bestia por haber ofrecido un sacrificio humano a Júpiter. Ciertamente los sacrificios en honor a Zeus implicaban comer carne humana.
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