Era el año 1991 cuando Helmut y Erika Simons se toparon con una extraña figura sobresaliendo de la nieve. La pareja regresaba de una excursión de montaña por el valle alpino de Öetz, en la frontera austro-italiana, pero lo que sería un tranquilo descenso se transformó en el inesperado hallazgo de un cadáver sepultado en el hielo.
Los Simons corrieron a reportar el hallazgo; pensaron que se trataba de un alpinista perdido cuya desaparición había sido noticia tiempo atrás.
Pero no se trataba de un accidente. Los Simons habían descubierto la primera hebra de un intrincado enigma policial, uno que se remontaba nada menos que a 5.300 años de antigüedad y que cambiaría para siempre la historia de la arqueología. Es que el estudio del ADN perfectamente conservado de "Öetzi", el también llamado "hombre de los hielos", abriría una nueva ventana a la historia del pasado del ser humano y su evolución. Esta semana, científicos terminaron de secuenciar el código genético completo, logrando determinar desde qué enfermedades padeció hasta todos los detalles de su fisonomía.
Estudios como éstos, a la fecha, han permitido conocer no sólo los detalles en la vida de este lejano antepasado de los europeos, sino que también se están usando para reconstruir el puzzle de toda la humanidad desde que comenzó a poblar el Planeta y asentarse en todos sus rincones. Las últimas investigaciones han revelado, por ejemplo, que los neandertales estaban prácticamente extintos cuando aparece el hombre moderno, que el lenguaje se desarrolló a partir de la variación de un gen hace 50 mil años y que el ser humano no desciende de una única especie que evolucionó a lo largo de los siglos, sino que se mezcló con otras especies de homínidos.
ENFERMEDADES ANCESTRALES
El más reciente de estos estudios permitió al fin terminar de entender el enigma de Öetzi, las razones de su muerte, sus condiciones de vida en la Europa de fines del período neolítico, así como también establecer dónde viven hoy sus descendientes. Hasta ahora los análisis forenses habían permitido ya establecer que el llamado
hombre de los hielos pereció de manera brutal tras ser atravesado por una flecha que lo alcanzó en el hombro, mientras se encontraba a 3.210 metros de altura sobre el nivel del mar. Allí, fue atacado por la espalda y se desangró hasta morir.
Estudios previos habían permitido establecer que Öetzi medía 1,59 metros, que pesaba 50 kilos y tenía 46 años al momento de morir. En el lugar donde encontró la muerte estaba también todo su ajuar: un arco y 14 flechas, zapatos impermeables, instrumentos para hacer fuego, su hacha de cobre e incluso hierbas medicinales. Los nuevos hallazgos, que fueron dados a conocer en la revista Nature Communications, terminan ahora por revelarnos quién fue.
"Hemos estado estudiando a este hombre durante 20 años. Sabemos muchas cosas sobre él, dónde vivió, cómo murió, pero sabíamos muy poco sobre su genética", señala el líder del estudio, Albert Zink, del Instituto Eurac, en Bolzano, Italia.
Uno de los hallazgos más importantes fue que el hombre de los hielos tenía predisposición genética a enfermedad cardiovascular, una enfermedad que ha sido asociada a los estilos de vida moderno que conducen al sedentarismo y la obesidad. Pero Öetzi no tenía estos problemas en su época, lo que permite establecer que la predisposición a esta dolencia es mucho más antigua de lo que se pensaba.
Otra condición reveladora es que, a diferencia del europeo medio moderno, el hombre de los hielos tenía una mutación de gen que lo hacía intolerante a la lactosa. Esto sugiere que en su época, la mayor parte de la gente no podía digerir esta proteína, evidencia que se condice con el hecho de que la domesticación del ganado -y la disposición de productos lácteos- comenzó en Europa hace poco más de 5 mil años. Dicho de otro modo, el ser humano en la época de Öetzi todavía no se acostumbraba a tomar leche más allá de la materna.
Los genes también indican que sus ancestros provenían del medio oriente, quienes llegaron hasta Europa buscando tierras para la agricultura y la ganadería, que comenzaban a expandirse por aquellos años. Además, el análisis de ADN ha permitido establecer que estaba más emparentado con los actuales habitantes de Cerdeña y Córcega que con las poblaciones de los Alpes, donde se descubrió su cadáver. Además, se comprobó que sus ojos eran de color café y su pelo de color castaño.
LENGUAJE Y MIGRACIONES
Pero las posibilidades del análisis de ADN para reconstruir el puzzle de la humanidad son infinitas. En la U. de Ontario, Canadá, por ejemplo, analizaron muestras fosilizadas de hombres modernos y neandertales halladas en las cuevas de Monte Carmelo, Israel. Los estudios mostraron que un gen llamado FOXP2 era clave para las habilidades lingüísticas del ser humano moderno y señalan que la actual versión habría evolucionado hace unos 50 mil años.
La semana pasada, otro estudio de ADN reveló que la mayoría de los neandertales murió en Europa hace 50 mil años. Hasta ahora se pensaba que habían permanecido estables durante cientos de miles de años hasta la llegada de los seres humanos modernos, pero este nuevo estudio indica que tras prácticamente desaparecer, un pequeño grupo logró sobrevivir y recolonizar Europa, sobreviviendo 10 mil años más hasta la llegada de los hombres modernos.
Esto aporta evidencia a la teoría de que no fuimos nosotros los culpables de la desaparición de los neandertales. De hecho cuando llegaron los hombres modernos, la variación genética de los neandertales ya los acercaba a la extinción: toda su población no tenía más variación genética que, por ejemplo, la población de Islandia. Previamente, estos homínidos eran tan variados genéticamente como lo es el hombre hoy en día.
Otro estudio genético, publicado la década pasada por Alan Templeton, de la Universidad Washington en San Luis, Estados Unidos, sugería que todos los seres humanos estamos entremezclados en un solo linaje. En sus migraciones, señala Templeton, en el hombre moderno se fue mezclando con los primitivos ancestros que encontró en los distintos lugares.
Pero no es sólo nuestra historia la que podemos desentrañar gracias al estudio del ADN. Otros científicos sugieren que con la tecnología actual podríamos, por ejemplo, clonar un hombre de neandertal, descubrir si tenían mejores adaptaciones a ciertas enfermedades que afectan al ser humano y eventualmente desarrollar nuevos medicamentos. Pero esta última opción encuentra fuertes detractores debido al dilema ético que despierta.
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