jueves, 17 de mayo de 2012

Los Caballeros de la Mesa Redonda

La orden de los caballeros de la Mesa Redonda, también llamados de la Tabla Redonda, fue fundada una vez que Arturo fue proclamado rey de Britania y su corte instalada en Camelot. El rey de Leodegrance, que gobernaba las tierras de Cameilard, con motivo de la boda de su hija Ginebra con el rey Arturo le regaló la mesa o tabla en testimonio de su afecto y que dio origen a la orden. La mesa tenía ciento cincuenta plazas que no siempre estaban cubiertas, y en ellas se sentaron los más dignos caballeros de su tiempo según cuenta la leyenda, la importancia de que la mesa o tabla fuera redonda reside en que nadie la presidía, es decir, que los que allí se sentaban ninguno estaba por encima de los demás.

El rey, al fundar la orden de la Tabla Redonda armó a sus nobles guerreros para gobernar el país impartiendo justicia y solidaridad. Debían cabalgar por todo el país castigando al tirano y al malhechor y prestando ayuda al desvalido y menesteroso, de este modo el rey y sus caballeros ganarían al apreció del pueblo y lloverían bendiciones del cielo.

El más bello, el más fuerte y el más cumplido caballero de todos era Lanzarote del Lago, a quien el rey le tomó bastante confianza siendo su brazo derecho.

La orden comenzó a decaer cuando surgió la demanda del Santo Grial que hizo que los caballeros partieran en su búsqueda y muchos perecieran en la misma. Según la leyenda, el Santo Grial fue llevado a Inglaterra por José de Arimatea, piadoso varón que enterró a Jesús. Esta santa copa había sido venerada en Inglaterra en tiempos lejanos; mas luego desapareció repentinamente y con ella su culto.

El final definitivo de la orden ocurrió cuando la hermana del rey, la bruja Morgana, hizo públicos los amores adúlteros entre la esposa del rey, Ginebra y el primer caballero de éste, Lanzarote. Cierto día, el hombre de confianza del rey fue sorprendido con la reina por sus enemigos y éstos se abalanzaron sobre él gritando traidor al rey, entonces Lanzarote dio muerte a muchos de ellos y se vio obligado a huir con la reina. Enterado el rey montó en cólera y condenó a la reina a morir en la hoguera a causa de su infidelidad.

Ya estaba atada la reina Ginebra a la pira y las llamas comenzaban a lamer sus pies, cuando de pronto se presentó Lanzarote y, matando a los que la rodeaban, la salvó de entre las llamas y poco después fue recluida en un monasterio donde ella se consagró a la oración.

La historia de la reina y Lanzarote desató una guerra civil y a la muerte del rey a manos del traidor Morderec sobrino del rey. Después de aquello, Arturo fue llevado por Morgana, su hermana a la isla de Avalón, donde sería enterrado. En cuanto a la reina Ginebra, también fallecía de melancolía por no ver a su amado Lanzarote, a quien fue más fiel que a su marido. Mientras tanto, el caballero que había causado la desdicha del rey había desaparecido como tragado por la tierra.

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