martes, 31 de julio de 2012

Bulgaria es tierra de vampiros

En la Edad Media, los búlgaros no se andaban con chiquitas a la hora de arremeter contra quienes consideraban que eran hombres malos. Cuando éstos morían, les clavaban una barra de hierro o una estaca de madera en el tórax, a fin de evitar que estas personas poseídas en vida por el mal aterrorizaran a los vivos convirtiéndose en vampiros.

Los recientes hallazgos de esqueletos que datan de los siglos XII y XIII confirman esa crueldad, señala el historiador Boshidar Dimitrov, director del Museo de Historia en Sofía. “En nuestro país, esta práctica era común hasta principios del siglo XX”, afirma.

Pero el mito de los vampiros, especialmente del célebre conde Drácula, va más allá de las obras de ficción, entre ellas la más famosa, que es del escritor irlandés Bram Stoker.

Se dice que el novelista se basó en las conversaciones que mantuvo con un erudito húngaro llamado Arminius Vámbéry y que éste fue quien le habló de Vlad Draculea.

La novela, escrita a modo epistolar, presenta otros temas como el papel de la mujer en la época victoriana, la sexualidad, la inmigración, el colonialismo o el folklore. Stoker no inventó la leyenda de los vampiros.

Se asegura que Stoker basó su personaje en una figura histórica: Vlad Tepes, conocido como Vlad el Empalador, y en leyendas de vampiros que circulaban en Europa oriental. Pero en realidad Tepes vivió en el siglo XV y fue príncipe de Valaquia, que junto con Moldavia y Transilvania constituyó el reino de Rumania.

Más “hijos de las tinieblas”

A principios de junio, arqueólogos búlgaros anunciaron el descubrimiento de dos osamentas de vampiros en Sosopol, a orillas del Mar Negro. Se trata de un hombre y posiblemente su esposa. Y pocos días después, en la antigua capital, Veliko Tarnovo, se encontraron nuevos restos de supuestos chupasangre.

El esqueleto del vampiro de Sosopol es ahora el centro de atención del Museo Nacional de Historia, expuesto entre íconos ortodoxos, estatuas romanas y otros tesoros. Cientos de personas se han acercado a ver la muestra desde mediados de junio “atraídos claramente por los restos del vampiro”, dice una vendedora de boletos.

Entre los visitantes del museo también hay turistas curiosos. “Nunca había visto una prueba de que se tratara así un esqueleto porque éste era atribuido a un vampiro”, afirma Mary Bruns, de Washington. Frente al de Sosopol, el famoso conde Drácula, en la Transilvania rumana, es sólo un personaje de ficción.

Pero, ¿quién fue en realidad el vampiro de Sosopol? Pudo ser un tullido llamado Krivich (el encorvado), afirmó Dimitrov, citado por medios locales. Krivich fue posiblemente un pirata, pues cuentan las crónicas que él y sus hombres saquearon un buque veneciano ante las costas de Sosopol.

Claramente, los muchos visitantes del museo no temen al vampiro, aunque en los primeros días tras su presentación la cafetería del centro ofreciera ajo. Y es que según la tradición, llevar dientes de ajo en el bolsillo protege contra los chupasangre.

Al contrario de lo que ocurrió con los vampiros de Sosopol, los restos de Veliko Tarnovo fueron regados con vino, con un ritual ortodoxo, y enterrados en el patio de una iglesia.

En Bulgaria se han descubierto hasta la fecha más de 100 tumbas de presuntos vampiros. Y el país podría erigirse como destino turístico para los amantes del terror, haciendo la competencia a la vecina Rumania, que atrae a miles de visitantes hacia la supuesta cuna del conde Drácula (DPA).

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