viernes, 26 de octubre de 2012

Huesos, en paz, pero no en silencio



Si se nombra un país donde hubo muertos y desaparecidos, es casi seguro que ahí estuvieron los integrantes del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF). Empezó como un grupo que debía colaborar a los estadounidenses de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia. Entre esos estadounidenses, convocados por las Abuelas de Plaza de Mayo en 1984, estaba el antropólogo forense Clyde Snow. Lo que anhelaban esas mujeres era identificar algunos restos que fueron colocados en bolsas plásticas y que yacían tirados en diferentes instituciones. Tenían que investigar más de 9.000 desaparecidos.

Snow fue reclutando a estudiantes de antropología, médicos y arqueólogos. Ninguno había trabajado en esa área y, vistos desde fuera, a sus allegados no les hacía gracia que se pasaran el día en una fosa, recuperando huesos.

Uno de esos jóvenes era el estudiante de antropología Luis Fondebrider. Hasta antes de conocer a Snow, pensaba dedicarse a la antropología social. Desde un escritorio, analizaría extensos estudios sobre la problemática sindical y política de los años 70, pero no. Acabó -tal vez es mejor decir que empezó- arañando la tierra y haciendo polvo el silencio confinado en los huesos.

El trabajo que hicieron con las más de 9.000 personas que desaparecieron entre 1976 y 1983, en Argentina, los hizo reconocidos en todo el mundo. Hoy están trabajando en Latinoamérica, Asia, África y Europa.

EN ESA GRANJA OMINOSA

Por supuesto, estuvieron en Bolivia. “Nos invitaron las autoridades bolivianas”, cuenta. Hay un convenio de cooperación entre los gobiernos de Bolivia y Argentino. El Gobierno del país vecino tiene una oficina en la Cancillería llamada Fondo Argentino de Cooperación Horizontal, que presta asistencia técnica a los países que lo soliciten. “En ese contexto, este fondo argentino nos pregunta si podemos realizar la tarea y si decimos que sí, lo hacemos”, cuenta.

Así nació la relación entre el EAAF y la Asociación de Familiares de Detenidos, Desaparecidos y Mártires por la Liberación Nacional (Asofamd).

Pero antes de buscar a los desaparecidos de Bolivia empezaron a buscar, en los alrededores de Santa Cruz de la Sierra, a quienes quedaron casi para siempre enterrados en lo que se conoció como la Granja de Espejo. “Estuvimos ahí en 1989. Era un lugar donde se llevaba a lagente que había abusado de drogas. En ese lugar, según denuncias que había, un militar que estaba a cargo había matado a muchas personas”, recuerda Fondebrider.

Por mediaciones de la justicia boliviana y de Amnistía Internacional -siempre según el jefe de la EAAF- llegaron ese año a Santa Cruz de la Sierra. Comprobaron que había un cementerio clandestino. “Exhumamos varias sepulturas, de dos o tres personas. Hicimos nuestro informe y tenemos entendido que un coronel Camacho fue preso después”, recuerda.

Los detenidos, cuenta este antropólogo, eran utilizados como mano de obra esclava. “El coronel este vendía la mano de obra de la gente detenida a la gente de la zona para trabajar la tierra. Eran como esclavos”.

También recuerda que se aplicaba la ley de fuga, que consiste en otorgarle una supuesta libertad al preso si es que lograba escapar de las armas de sus captores. Por supuesto, nadie podía.

“Había otro oficial al que le decían Mataconpalo, que era el que había matado a mucha gente. Los enterraba en una colina que estaba mirando la granja. Ahí pudimos acceder. Relevamos toda el área. Había lugares que parecían fosas. Abrimos una o dos y encontramos algunos cuerpos”. Todos tenían las huellas de los golpes finales que habían recibido.

Fue complicado devolver los restos, porque en esa época no había estudios de ADN para compararlos con los de los familiares. Actualmente esa herramienta es clave para identificar los restos. Dos episodios hicieron que avance la tecnología para identificar los fragmentos: el ataque terrorista a las Torres Gemelas y las investigaciones en Bosnia, donde miles de personas fueron muertas.
Hoy, Fondebrider y su equipo utilizan las técnicas de la genética forense para recuperar el ADN de los huesos largos y en especial de los dientes, donde la huella genética se conserva mejor.

Con esos procedimientos, que se aplican desde inicios de los 90, pudieron entregar los restos identificados a los familiares de quienes participaron y murieron en la guerrilla de Teoponte (1970). También trabajaron en la identificación de los huesos del Che Guevara y de los desaparecidos entre 1980 y 1981. Proclama: “Nuestro trabajo tiene que ver más con la vida que con la muerte”.

TEOPONTE. Los restos de los guerrilleros del Ejército de Liberación Nacional (Bolivia, 1970) fueron sepultados en suelos ácidos. Había poco ADN para recuperar















LAS SECUELAS

- No es fácil para nadie convertirse en el testigo de una masacre. Lo más complicado para los integrantes de este equipo de antropólogos fue ver de cerca los casos relacionados con niños en El Salvador y en Guatemala. En esos lugares encontraron fosas comunes muy grandes, con muchos niños.

- En una ciudad como Buenos Aires, con amplia tradición sicológica, se suele recurrir a las herramientas de una terapia, pero, como dicen estos antropólogos, su ‘cable a tierra’ es el contacto con los familiares.

- Gracias a la constante interacción con los familiares, Fondebrider puede decir que su trabajo está más cercano a la vida que a la muerte.

- “Estamos todos los días rodeados por familiares, por las comunidades, gente que está viva, que con mucho dolor y angustia sigue peleando para saber qué pasó con sus seres queridos, para encontrarlos, para tener justicia”, relata.

- Esa es la parte gratificante de este trabajo complicado, que a veces se desarrolla bajo la presión política como en El Salvador o en Colombia, o directamente bajo condiciones de guerra, como ocurrió en Zimbabwe.

Hemos formado gente en Bolivia
Silvana Turner / Antropóloga. EAAF
Silvana Turner es antropóloga y tiene una experiencia de más de 20 años. Ha trabajado en la identificación de restos en El Salvador, Honduras, México, Panamá, varios países africanos y en los Balcanes. Es una de las fundadoras del EAAF. Radica en Buenos Aires.


- ¿Qué ocurrió con el trabajo de identificación de los guerrilleros de Teoponte en Bolivia en 2009?
- El Ministerio de Justicia recibió nuestros informes periciales. Ellos empezaron a difundirlos públicamente. Nosotros nos retirábamos antes de la entrega a los familiares, porque eso requería cierto procedimiento legal. Para entonces ya no estábamos en el país.

- Después de eso, ¿qué hizo el equipo de la EAAF?
- Teoponte terminó. Seguimos con un proyecto de capacitación a foreneses. Se dictó un curso y algunos profesionales bolivianos del Instituto de Investigaciones Forenses (IDIF) hicieron pasantías. Se convocó a 20 profesionales. Nos consultaron acerca de supuestos hallazgos de restos óseos en el Ministerio de Industria que está al lado de Migraciones en La Paz. Estuvimos asesorando en esas tareas. Eso está en curso. El equipo del IDIF, con el monitoreo nuestro, avanza. Todo esto fue hace un mes.

El EAAF ha trabajado en Ciudad Juárez y Chihuahua investigando el asesinato de mujeres. Lleva adelante un proyecto sobre migración relacionado con la identificación de cuerpos de ciudadanos centroamericanos que cruzan la frontera a Estados Unidos, los matan y sus cuerpos quedan sin identificar en morgues de Estados Unidos. Sus familias quedan en El Salvador, Guatemala, Honduras o México. En El Salvador están investigando casos de la guerra civil. En Sudáfrica tienen una oficina que investiga casos de la época del Apartheid, además de capacitar a un equipo local. Empezaron a trabajar en Vietnam.

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